Cuando la vi, estaba en la parada
del
bus, ella venía caminando
con
su andar elegante. Alta, delgada, el pelo castaño recogido en un moño;
piel rosada y tersa,
la
nariz, pequeña y respingada, recordaba esos perfiles griegos de
los medallones. Endosaba
una blusa blanca de cuello
abierto, una falda, azul
marino, abierta en un costado; miraba
a su alrededor y sonreía consciente de su
belleza.
Nuestras miradas se encontraron.
Mantuvo fija la suya en mí, no pude contenerla y
poco a poco bajé mi vista.
Una
voz en mi interior dijo: “Vamos muévete, sube
al
bus, no la pierdas;
observa que elegancia,
todos la miran”.
Se sentó en aquel puesto libre, al lado de la señora gorda
y sudorosa. Logré abrirme paso entre los pasajeros, pude situarme de pie, muy cerca. Mientras el autobús iba
brincando, sacudiendo y resoplando,
mis ojos exploraban una y
otra vez esas formas de diosa griega. Sé que sintió
sobre su cuerpo el peso de
mi mirada, que la acariciaba y tocaba
con ternura. Un tímido rubor subió
por sus mejillas, sus ojos
buscaron los míos; descubrí una chispa
de placer en las profundidades de
esas pupilas
luminosas. Mi vista se depositó
en la blusa, mis ojos ávidos se infiltraron en el escote y
con
extrema delicadeza coquetearon, primero con
un seno, luego el otro;
una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios, mientras
los pezones se
le endurecían con mis besos imaginarios. Un suave
suspiro salió de sus labios y con un ligero
movimiento separó las rodillas, ese tanto que sirvió para
que su pierna izquierda quedara fuera del corte de la
falda; mis pupilas se
movieron rápidas
hacia ella, tocando su piel clara, regocijándose
con
su forma tan perfecta. Mi vista subió por la rodilla hacia el muslo, se
insinuó bajo la falda. Sentí como se
estremecía de placer, sus rodillas se separaron
cada
vez más, su labios se abrieron esperando un beso, los pezones se
dibujaron tiesos contra
la blusa, como queriendo salir y ser mordidos.
El autista frenó y abrió las puertas del bus. Ella pasó a
mi lado para bajarse y nuestras
manos se rozaron.
Desde la ventanilla, la
vi caminar alejándose del bus; la
seguí con la mirada hasta que volteó y
mirándome, subió la mano hasta sus labios rojos, me envió un beso… Se alejó perdiéndose entre la gente. El bus siguió adelante...
Fredo Nedi
Revisado y reeditado 2014
1 comentarios:
Arnaldo, si no te bajastes en la parada siguiente eres un grandisimo pendejo.
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