¡Hoy la he visto!
Vi la
librería enclavada en
la parte baja de un
viejo
edificio de
la calle República, me
llamó la atención
su pequeña vitrina, en la que las
cubiertas multicolores de los libros exhibidos
cautivaban la atención
de los transeúntes. Una puerta con
marco de madera y un gran vidrio
en el
centro del cual
colgaba un alegre
cartel con escrito
“Abierto”. No pude
resistir la tentación y
entré a curiosear. Es algo más
fuerte que yo,
una pequeña librería me atrae como miel a las moscas. Ver y entrar, para pasar horas buscando y husmeando entre los anaqueles.
Cada vez
que hojeo un volumen siento una
fuerte emoción, me
figuro ser parte de su
vida
¡Sí!, dije de su vida,
porque
no me cabe la menor duda, los libros tienen vida
propia y en ellos esta parte de la existencia narrada de toda la
humanidad.
Estaba revisando las ofertas
de un estante, lleno
de
volúmenes en liquidación; en
estas
ofertas se encuentra de todo
desde: El manual del motor
de seis cilindros,
el Discurso del método, la última conferencia del
Dalai
Lama,
con las tiras cómicas del
supremo Quino.
Inesperadamente la vi:
Hermosa como siempre, alta, delgada, su pelo
recogido en
un moño, la piel rosada y tersa como
un durazno de primavera, el perfil griego y su inseparable
blusa blanca sobre una falda escocesa ¡Sí! Era ella, “La chica del autobús”.
Tomé el libro
que tenía más cerca y simulé
que lo hojeaba, pero
en
realidad la miraba a ella que
terminaba de envolver la compra de un cliente; volteó
la cabeza y me vio. La
sorpresa se dibujó su cara, mientras sus mejillas
se teñían de un tenue color rojizo. Nuestros
ojos se encontraron, y por un
instante escuché
música divina.
– ¿Puedo ayudarlo en
algo? –dijo
mientras en su boca y
ojos se dibujaba la más
hermosa de las sonrisas.
–Gracias
estoy curioseando
¿Qué libro
sugiere para
acompañar mis noches solitarias?
–No creo
que usted sea hombre de pasar las noches
solo.
–Soy un
viejo “Lobo Estepario” vagando
solitario en las frías noches de la vida.
–Lobo
Estepario puede ser,
pero no viejo… El libro que tiene en
las manos puede ser un
buen acompañante,
las rimas de Bécquer son muy
bellas.
–Es uno de mis poetas favoritos
y cerrando
el libro declamé:
“Hoy la tierra
y los cielos me sonríen;
Hoy
llega al fondo de mi alma el
sol;
Hoy
la he visto… la he visto
y me ha mirado…
¡Hoy creo
en Dios! (*)
–Son
rimas
muy
hermosas pero veo
que usted ya las conoce de memoria.
–Son
sus ojos y su sonrisa los
que llaman estos versos a mi mente.
–Me
halaga con estos cumplidos.
“¿Qué
es poesía?
–dices
mientras
clavas
En
mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía?
¿Y tú me lo preguntas?
Poesía…eres tú. (**)
–Hace que me sonroje con estos
versos.
–Por favor
quiero que me tutees,
con el usted me haces sentir muy viejo;
además ya es
la segunda vez que nos encontramos.
–Sí,
recuerdo nuestro
primer encuentro
en
el bus, cuando
me ojeabas sin decir palabra.
Sentí
tu mirada acariciar
mi cuerpo; en aquel momento probé cientos de
sensaciones extrañas y tú no dijiste una sola palabra, sólo acariciabas y besabas con tu vista. Luego
bajé del
bus y nunca más te vi.
–Esta
vez no pienso dejar que desaparezcas entre la gente.
– ¿Cómo
lo harás?
–Deseo
invitarte a pasar la tarde juntos,
paseando por los jardines de la ciudad, mirar el
atardecer en el
río, luego podríamos comer algo… ¿A
qué hora sales
del
trabajo?
–Espera,
busco
mi abrigo y pido permiso para tomarme el
resto del día, no hay mucho
trabajo hoy.
Caminamos tomados
de las manos, muy cerca uno del otro,
casi sin hablar sólo nos
mirábamos a los ojos y reíamos como
dos estudiantes en
su primera salida.
Subimos por República hasta la plaza del
Bicentenario,
nos sentamos en los jardines
que bordean el
río a ver pasar las
chalanas que llevaban su carga al
puerto,
mientras en el cielo se
dibujaban los rojos del
atardecer.
–Cuando te
vi la primera vez,
quería hablarte, decirte lo hermosa que eres, pero un
terror inmenso me paralizó.
–¿Por qué tanto miedo?
–Temía tu reacción…
no queria se rompiera el
encanto
de ese momento mágico.
–Yo esperaba que me hablaras, deseaba conocer a ese hombre tan
atrevido que
me desnudaba con
su tierna mirada… sentía tus ojos acariciar mis senos,
bajar por mis rodillas, tocar mi flor… lo hacías con
tanta gracia, deseo y ternura que no podías ofenderme.
–Luego bajaste del
bus, quise seguirte pero no pude
mover un paso, quedé helado y cuando desde la
ventanilla te vi voltear y sonreír,
entendí
mi error, haber
dejado
que huyeras.
Te busqué muchas veces, iba
a diario al bus pero
nunca más te vi.
–Cambié
de casa aquella misma semana.
–Ven lleguemos
hasta el Café del Ritz y tomemos algo caliente.
–Tengo
una mejor idea… Acompáñame a la casa y
yo te preparo el
mejor café que puedas
imaginar…
En
pocos minutos, caminando
rápido, con la velocidad
del deseo, llegamos a
su casa. Un apartamento no muy grande, tercer piso de
un pequeño edificio, antiguo, con
vista al río. Subimos las escaleras
tomados
de las manos, nos
mirábamos en los ojos y reíamos…Entre el segundo y el
tercer piso, la atraje a mí…nuestras
bocas se juntaron, la llené de besos,
ella reía, se alejaba…nuevamente ofrecía sus labios
…escuchamos abrir una puerta en
el piso…corrimos escaleras arriba como
ladrones…Una vez en
su apartamento,
la levanté en
mis brazos, entre risas y besos, la
deposité en
su cama…
–¡Espera,
estás
totalmente loco! ni el
abrigo
pude quitarme…
–¡Sí,
estoy loco! La locura es hermosa… yo quiero
desvestirte con mis manos, con mi boca,
con todo mi ser.
–Desvísteme, soy tuya… cuánto esperé este momento, soñé
con él noche tras
noche…
Nos amamos una
y otra vez hasta caer desfallecidos.
Descubrí que existe un paraíso y estába en sus brazos, yo
pasé por él; escuché los ángeles cantar.
“Eres
bella como una rosa.
Perfumada
como
el jazmín.
Dulce como
la miel.
Mejillas de carmín.
Labios de rubí
.
Venus atenea,
Tu nombre es, Felicidad.”
Un rayo
de sol entrando por las
cortinas me despertó
en la mañana.
Me levanté muy despacio sin despertarla,
hermosa, dormía como la
princesa del
cuento.
Una
vez vestido pasé a la cocina a preparar algo de
desayuno, cuando el
café comenzó a salir escuché sus
pasos, apareció
en la puerta cual
visión envuelta en una enorme toalla blanca.
–Prepare el
café y tosté unos
panecillos.
–El aroma me atrajo…
necesito
un buen café.
–Amor,
al terminar el desayuno voy a tener el tiempo justo de correr a mi oficina… ¿Tú
vas a la librería?
–Sí.
–Te
busco esta tarde ¿a qué hora sales?
–No… no vengas.
Quiero que sepas que esta ha sido
la noche más hermosa de mi vida…
El sábado próximo me caso…
–¿Qué
dices? ¿Entendí
bien?
–El propietario
de la librería es mi prometido desde hace
mucho tiempo y este fin de semana es
la boda.
–No puedo
creerlo
¿Por
qué, por qué?
–Tu manera de mirarme en el
bus, tu forma de hacerme sentir, dejó
en mí el deseo de recibir ese
amor que prometías… Esta era la última
oportunidad,
una vez casada no
seré infiel a mi
esposo… Voy a vestirme…
al salir cierra la puerta por favor.
NOTAS: (*)(**) Versos De Gustavo Adolfo Bécquer, del
libro Rimas y Leyendas
Segunda edición
Fredo Nedi